Cuando llega el momento de un esperado viaje, todo es emoción y alegría. Me encanta viajar, conocer nuevos pueblos y ciudades, nueva forma de entender la vida, nueva gente, y como no, nueva gastronomía. Pero siempre hay algún lugar que activa especialmente tu corazón. Viajar a la Provenza francesa era uno de ellos. y si bien como suelo explicar en mis talleres no debemos hacernos expectativas, en este caso podríamos decir que se han cumplido. Sus monumentos que nos remontan a la época romana, sus ciudades acogedoras, su gente amable y naturalmente, su paisaje con sus campos cubiertos de un lila espectacular.
Este viaje, a parte de un esperado descanso me ha proporcionado paz, alegría y nuevos conocimientos.
Poder moverse entre los campos de lavanda, espliego y lavandín, que con tanto hincapié ilustran sus gentes a los viajeros, es para un aromaterapeuta un inmenso regalo. Me encanta hacer inmersiones olfativas con mis aceites esenciales. Me ayudan en mi autoconocimiento, en mi evolución y crecimiento personal, así como también a superar momentos de dificultad por los que todas las personas pasamos en algún momento de nuestra vida. Y poder estar en medio de un campo de lavanda fina (Lavandula angustifolia) es como estar inmerso dentro de un frasco de esta preciada planta, con su tan conocido aroma y en muchas ocasiones, relegada a una tercera posición por encontrarnos en el mercado muchas adulteraciones.
Pues bien, hacer unas olfacciones conscientes, como si hiciéramos una breve meditación de diez minutos en medio de un campo de lavanda te aporta la relajación y la paz que en muchas ocasiones precisamos.
Te recomiendo Aviñon con el Castillo de lo Papas, su mercado que nos evoca en cierta manera a nuestra Boquería y los pequeños comercios centrados en la lavanda, Arles, con su pasado romano y los pueblos del Luberon como Bonnieux, Ménerbes, Gordes, Isle sur le Sorgue y Sault, el corazón de los grandes y pequeños destiladores de lavanda.
Y es en Sault donde pude visitar “AROMAPLANTES”, donde destilan lavanda y otros aceites esenciales pero a nivel de grandes productores. Sus alambiques nada tienen que ver con los tradicionales de cobre. Miles de quilos de plantas se destilan para obtener el preciado aceite esencial.
Y allí pude conocer a Laura, una simpática gaditana que con detalle me explicó todo el proceso de destilación en grandes cantidades. Ver y oler, puesto que en esos momentos se estaba destilando planta.
Gracias a Laura y a todo el equipo por su acogida, trato y explicaciones.
Un viaje muy recomendable para todos los amantes de la naturaleza y a los enamorados de los aceites esenciales.
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