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HABLAR DE LAVANDA ES HABLAR DE AROMATERAPIA

Actualizado: 29 abr 2023





Si, hablar de lavanda es hablar de aromaterapia.


Y es que en los albores del siglo XX se acuñó este novedoso término gracias al estudio de los beneficios y aplicaciones del aceite esencial de lavanda que RENÉ MAURICE GATTEFOSSÉ llevó a cabo.


Todo empezó cuando este ingeniero químico francés hijo y nieto de los perfumistas, acostumbrado a crear perfumes a base de aceites esenciales tuvo un accidente en su laboratorio.


El día del nacimiento de su hijo, julio de 1910, su laboratorio sufrió una gran explosión donde Rene resultó herido con quemaduras graves en una mano. Pasó el tiempo y su mano no sanaba. Intentó de muchas maneras curar su mano de forma convencional pero empezó a gangrenar y entonces empezó a aplicar lo que había a prendido de los campesinos que le suministraban la planta para destilar. Empezó a utilizar el aceite puro de lavanda sobre la quemadura infectada. Gracias a las sucesivas aplicaciones, disminuyó el dolor y la inflamación y se fue curando la herida.


Los aceites esenciales se habían empleado desde los tiempos de los antiguos egipcios y el imperio romano. Su nombre botánico “lavándula” procede del latín lavare que significa lavar. Los romanos ya conocían y usaban la esencia para perfumar la ropa y los baños.


Los árabes también fueron grandes usuarios y a su vez, Avicena en el siglo I dC fue el primero en destilar agua de rosas. Las Cruzadas la introdujeron en Europa y fue muy utilizada entre la aristocracia europea de los siglos XVII y XVIII. Con el auge de la revolución científica y la aparición de nuevos medicamentos, en especial los antibióticos, el empleo de los aceites esenciales cayó en desuso a nivel terapéutico y se destinaron a fines perfumistas o antisépticos como limpiadores.


Pero el percance de Gattefossé lo llevó a investigar profundamente los aceites esenciales y en especial, la lavanda. Así, en 1937 acuñó el término “aromaterapia” para designar el uso de los aromas con fines terapéuticos.


Pero regresemos a hablar de la lavanda, no sin antes aclarar que los aceites esenciales poseen más de un centenar de moléculas activas, lo que les permite tener un amplio abanico de aplicaciones. Es por ello, que la lavanda es un regulador cardíaco y gran ansiolítico, relajante y calmante gracias al acetato de linalilo y al linalol pero a su vez es antibacteriano y antiséptico gracias a contener Terpineno 1-o- 4, una molécula que estimula la actividad de los glóbulos blancos y es activa sobre bacterias como la staphylococcus aureus.


Tiene por tanto aplicaciones en ámbitos diversos como el equilibrio emocional, el dolor al ser antiespasmódico, antiinflamatorio y analgésico, a nivel de piel como tónico y regenerante cutáneo (es excelente en caso de quemaduras), es una antipolillas natural y un aspecto poco conocido es que el aceite esencial de lavanda actúa contra los piojos. Su olor es mucho más agradable para nuestros pequeños y podemos sustituir o bien combinar con el ya conocido árbol del té.


Así pues, el aceite esencial de lavanda (Lavándula angustifolia) nos será de utilidad en las siguientes afecciones: Ansiedad, estrés, agitación, nerviosismo, insomnio, depresión, hiperactividad, tos espasmódica, espasmos, calambres y contracturas musculares, acné, eczema, psoriasis, prurito, quemaduras, heridas, llagas, estrías, artrosis, artritis, migrañas, cefaleas, polillas, piojos.


Un solo aceite esencial e innumerables aplicaciones.


La lavanda crece en la cuenca mediterránea. Es famosa la lavanda de la Provenza pero en España podemos encontrar cultivo de gran calidad en distintas comunidades autónomas, si bien, la variedad más común en la península es el espliego (Lavándula spica). Si quieres conocer la diferencia entre lavanda, espliego y lavandin, puedes leer el siguiente artículo https://shekemtherapeutics.wixsite.com/shekem/post/lavanda


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